La luz del alba empezaba a filtrarse entre el cortinaje que ocultaba las ventanas rociadas de agua perlas aquella madrugada en que perduraba en mi sueño tu intenso perfume. Apenas entreabrí los ojos para no despertar del encantamiento. Tu cabellera dorada cubría entera la almohada sobre la que descansaba rendida tu tez sonrosada. La flor solitaria que te conquistó en la víspera yacía tendida sobre el velador al lado tuyo como muda testigo de tu entrega. Sus pétalos titilaban con tu aliento.
Sin duda la noche anterior seguía dibujada en la luna que iluminó tu piel matizada por la magia del arcoíris. No sé como llegaste ni en qué momento, solo apareciste, como una Diosa desprendida del Olimpo. Solo recuerdo haber sentido el penetrante aroma de tu cuerpo que dejaba desparramado en el ambiente un halito desafiante y sensual. Todos volcaron la mirada hacia ti y tú no miraste a ninguno. Eras como un espejismo que brotó de la nada y de pronto cobró vida iluminando a tu paso el ámbito antes sombrío con el destello brillante de tu pelo rociado por los rayos del Sol. Dudo aún si fue más mi imaginación que hizo el encanto o fue sencillamente todo mágico. Encontré tus ojos en los míos y no pude más bajar la mirada. Confieso que mirarte era todo un desafío pero poco a poco fui cayendo rendido en el dulce hechizo de tus pupilas fulgurantes. Y ambos desaparecimos en una pompa gigante que rodeó nuestros cuerpos para transportarnos a mi habitación que ese instante era también tuya.
La noche se encargó de proseguir el ensueño que se prolongó entre susurros y caricias que solo se esfumaron en el aura sideral del amanecer. La ventana entreabierta dejaba penetrar el aroma del rocío suavizado por el cortinaje perfumando más aún tu cuerpo sudoroso y rendido. Yo no sentía el mío. Un adormecimiento sumiso y dócil me había poseído desde el inicio de la mágica velada. Solo tenía ojos para contemplarte, admirar tus candentes formas que reposaban sobre la sábana que apenas te cubría. Mi olfato débil percibía sin embargo las esencias esparcidas en la habitación. El cansancio finalmente me venció y cerré los ojos brevemente. Al volver en mí quedé estupefacto. Te habías simplemente desvanecido. Finalmente me atrapó un sopor profundo en el apareciste repetidamente una y otra vez. Ahora despierto, pienso que tus rubios cabellos solo fueron parte de un sueño.
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