Mi agradecimiento a la valiente piloto Jenny B. que condujo por el camino de regreso
Fotografía: Juan Carlos Mendizabal Fierro
Fue una tarde reposada en tibia calma y suave brisa que acariciaba mi rostro por la ventana entreabierta del coche que hacía el camino de retorno de un viaje inolvidable. Manejaba una piloto extraordinaria deslizando el vehículo al ritmo acompasado de un silbido que se introducía dulcemente en mis oídos. Majestuosas montañas rodeaban el circuito interminable de idas y venidas. Riscos de múltiples colores adornaban el entorno macizo y rocoso. De pronto y de la nada apareció dibujada en el azul de cielo una inmensa planicie recostada en la montaña.
Recuerdo que no pasaste inadvertida a mis pupilas y de lejos extasiado anduve pensando que bueno fue haberte contemplado. La creación te apoyó sabiamente sobre columnas imaginarias para sostenerte eternamente. Maciza roca te yergue para hacerte planicie inexpugnable. Incólume pesas debajo el firmamento. El valle a cuyo regazo te cobijas habrá sin duda proveído la sabia que alimentó durante siglos las ansias del guerrero. Naciste plenamente con la luz del universo y altiva permaneces esperando el desafiante ascenso del guerrero. Solo a él habrás delatado el secreto de tu elevada puna. El elegido que escogiste para escalar tus escarpadas cuestas. Lo fecundaste en la bondad y le enseñaste sabiamente la maldad, con amor para protegerte y con el cruento horror de la batalla para defenderte. Durante tu milenaria existencia infinitos ejércitos se asentaron a tus pies para conquistarte pero sucumbieron a la alerta oportuna del guerrero vigilante.
También te veneraron los vasallos que habitaron tus valles circundantes que aprendieron del guerrero el honor de la victoria. Tu mágica naturaleza te mantuvo estática, no arrastraste contigo fuerza alguna con ansias de conquista porque el Universo te fijó un destino. Acechas los cuatro puntos cardinales y detentas orgullosa el alma indestructible del guerrero. Atalaya dominante de la tierra y el cielo, macizo de roca y hierro, camino accesible solamente a la voluntad de Dios que creó a su imagen y semejanza al guerrero inextinguible que no se rinde.
Y estas en el camino de regreso.
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